El 6 de septiembre de 1970 el rey Hussein de Jordania declaraba la ley marcial y expulsaba y asesinaba a miles palestinos que residían en el reino hashemita desde los años cuarenta. Esta dura respuesta del monarca jordano al intento de golpe de estado ideado por Siria y orquestado por los fedayines tuvo dos consecuencias inmediatas: en primer lugar, el traslado de la OLP al sur del Líbano con la consiguiente desestabilización del país del cedro y, en segundo lugar, la creación de un grupo terrorista –Septiembre Negro– que conmemoraba la efeméride. El objetivo de esta organización no era otro que el de vengarse tanto del rey Hussein como de las fuerzas armadas jordanas que lideraron la represión contra los palestinos.
En septiembre de 1972, el mundo entero tenía puesta su mirada en los Juegos Olímpicos que se celebraban en la ciudad bávara de Munich. Se trataba de la primera vez que Alemania organizaba unos juegos olímpicos tras el bochornoso espectáculo organizado por Hitler en 1936. Quizás por ello, la seguridad en la Villa Olímpica era demasiado laxa y los atletas entraban y salían del recinto sin mostrar las credenciales. Incluso cuando la Villa Olímpica estaba cerrada, los atletas saltaban la valla sin ningún tipo de control.
Así, en la madrugada del 5 de septiembre ocho terroristas pertenecientes al grupo terrorista Septiembre Negro, el creado para vengarse de Hussein de Jordania, se colaron en el recinto donde se estaban celebrando las Olimpiadas de 1972. Accedieron a la villa ayudados por unos atletas norteamericanos que también estaban saltando la valla tras una salida por la noche de Munich. Una vez dentro del recinto, los terrorista se dirigieron a los apartamentos donde se alojaba la delegación israelí y tras forcejear y asesinar a dos atletas se atrincheraron en el edificio. Con la llegada de las luces del alba hicieron públicas sus reivindicaciones: liberar a 236 palestinos y a dos de fundadores de la Fracción del Ejército Rojo.
La tragedia llegó después de intentar la negociación
Los terroristas palestinos se mostraron al mundo agresivos y amenazantes. La policía alemana trató en varias ocasiones de entrar en el edificio aunque todas ellas fracasaron. Tras varias horas de negociación y varios intentos fallidos de rescate, se gestó la tragedia. Los alemanes habían accedido a la propuesta palestina de escapar con los rehenes a Egipto a través del aeropuerto de Fürstenfeldbruck, lugar al que llegaron en varios helicópteros. La policía alemana les habían tendido una trampa en el avión que debía trasladarles al país árabe, pero cuando uno de los terroristas se percató de la misma, estos ejecutaron a los rehenes.
La operación que habían planeado los alemanes fue desastrosa. Por un lado, pensaban que los terroristas eran cinco, cuando realmente eran ocho. Por otro lado, no había suficiente iluminación, por lo que los terroristas se movieron con cierta libertad por la pista. Además, no todos los policías apostados en puntos desde los que se debía acabar con los terroristas eran francotiradores, lo que restó eficacia a la producción. En definitiva, la operación fue catastrófica ya que todos los rehenes murieron asesinados y tres de los terroristas lograron escapar.
Además del desastre operativo también hubo un desastre diplomático. El Gobierno alemán comunicó al Gobierno israelí que todos los rehenes estaban vivos. Después de la alegría inicial, la primera ministra Golda Meier tuvo que volver a ponerse en contacto con las familias de los atletas para trasmitirles la fatídica noticia. En ese momento, el ejecutivo israelí decidió lanzar dos operaciones de castigo: Cólera de Dios y Primavera de Juventud. En estas operaciones fueron eliminando tanto a los autores materiales como a los autores intelectuales de la masacre de Munich en lugares como París, Chipre, Roma o Londres.
11 atletas israelíes y un policía alemán muertos
Cincuenta años después del asesinato de 11 atletas israelíes y de un policía alemán, las sombras superan con creces a las luces. La mala gestión de la crisis, unida a la falta de transparencia posterior provocaron una fricción en las relaciones entre Bonn e Israel. Solo con la conmemoración del medio siglo de la Masacre de Munich se ha producido un acercamiento entre las partes así como el acuerdo de compensación de las víctimas, quienes por decisión propia no estarán presentes en el homenaje.
La Masacre de Munich supuso un antes y un después en la respuesta israelí al terrorismo. La mala gestión de la crisis, el desentendimiento de sus aliados y la falta de empatía del resto de estados participantes en los Juegos Olímpicos provocaron que Israel adoptara una estrategia propia en su lucha contra el terrorismo. Mientras que los terroristas palestinos fueron enterrados en Libia como héroes, Israel solo recibió criticas de sus aliados occidentales. Incluso el que fuera líder de Septiembre Negro, Alí Hassan Salameh, escapó a varios intentos de asesinato al estar protegido por los servicios secretos norteamericanos.
Cuando conmemoramos el cincuenta aniversario de la Masacre de Munich, Israel sigue dependiendo de sí mismo para protegerse de los ataques de los terroristas.
Alberto Priego, Profesor Agregado de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Relaciones Internacionales, Universidad Pontificia Comillas
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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