La acogida ilimitada de refugiados ucranianos en Europa sorprende ciudadanos de Yemen, Iraq, Siria o Afganistán, mientras la región sigue atravesada por crímenes de guerra y crisis humanitarias que no interesan a los medios de comunicación de un Occidente fascinado con su propio ombligo.
Por: Joan Cabasés Vega, @jcabasesvega
Los esfuerzos inéditos tanto de la comunidad europea como del gobierno español por acoger refugiados ucranianos desenmascaran el racismo de unas instituciones que no actúan del mismo modo con los civiles que huyen de desastres que tienen lugar en otras latitudes. Múltiples periodistas y opinadores occidentales argumentan que la invasión de Ucrania cambiará la historia de la humanidad mientras otros los critican por tener una supuesta mentalidad imperialista según la cual lo que ocurre en Europa tiene más relevancia que lo que ocurre, por ejemplo, en Oriente Medio.
Mientras tanto, continúa el vacío de informaciones sobre las crisis humanitarias de Yemen o Afganistán mientras muchos observadores afirman que la invasión de Ucrania podría tener su origen en Siria, puesto que los crímenes de guerra impunes del Kremlin en territorio sirio habrían hecho creer a Putin que podía lanzar un ataque parecido en suelo ucraniano.
“Ucranianos, sí; sirios, no”
Ane Irazabal
Este tuit de la periodista vasca Ane Irazabal resume las luces y las sombras de la política de acogida de múltiples países europeos: “El mismo país que hace dos meses cerraba su frontera con Bielorrusia a refugiados iraquíes y afganos y les dejaba morir de frío en los bosques, recibe con los brazos abiertos a los refugiados ucranianos. #Polonia, hipócrita y racista”.
Ciudadanos europeos preocupados por el respeto de los derechos fundamentales y ciudadanos del mundo árabe han expresado su sorpresa al comprobar cómo Europa en su conjunto hacía esfuerzos inéditos en su historia por acoger a refugiados ucranianos. Bruselas activará por primera vez la norma de acogida ilimitada de refugiados y el gobierno español ha anunciado que regularizará la situación de todos los ucranianos que lleguen a España.
La medida europea ha causado la indignación de sirios, iraquíes, afganos e yemenitas, que lamentan la menor atención que reciben las tragedias que golpean sus países. “Si el mundo nos recibiera del modo en el que reciben a los ucranianos, ahora tendría buena parte de mi familia todavía con vida”, dice la usuaria de Twitter Sarah Drissu. A su tiempo, la campaña de regularización española ha molestado a miles de residentes en el estado español. Muchas personas nacidas en España de padres extranjeros —y especialmente provenientes del llamado Sur Global— siguen sin contar con papeles a pesar de haber alcanzado la mayoría de edad, y muchas otras que han inmigrado sufren años de irregularidad, en algunos casos más de una década, hasta que se consigue estabilizar su situación.
Ciudadanos europeos preocupados por el respeto de los derechos fundamentales y ciudadanos del mundo árabe han expresado su sorpresa al comprobar cómo Europa en su conjunto hacía esfuerzos inéditos en su historia por acoger a refugiados ucranianos.
Además, existen casos especialmente contradictorios como el de Dinamarca. Hace tiempo que Copenague persigue la expulsión de los refugiados sirios, alegando que Siria es un país seguro —algo que la ONU desmiente—, mientras abre las puertas a los refugiados ucranianos. Las autoridades israelíes, por su parte, han anunciado que están preparadas para recibir “centenares de miles de migrantes judíos tanto de Ucrania como de otros territorios ex soviéticos” durante este 2022, después de haber recibido 3.100 migrantes desde Ucrania en 2021.
De acuerdo con la ley religiosa israelí, en Ucrania residen 200.000 personas elegibles para emigrar a Israel. La Agencia Judía, una organizacin gubernamental israelí, ha patrocinado vuelos para hacer llegar centenares de ucranianos judíos a Israel durante las últimas semanas, mientras miembros del gobierno, como la ministra de Aliyah e Integración, Pnina Tmano-Shata, recibía a los inmigrantes a pie de pista con banderas israelíes. Las facilidades que Israel pone a los judíos para viajar a territorio israelí contrastan con la situación de millones de palestinos alrededor del mundo, que tienen prohibido regresar a su tierra de origen o incluso hacer una simple visita.
Más allá de Ucrania
La atención mediática global sobre la guerra y la consecuente crisis humanitaria en Ucrania ha llevado a grupos humanitarios a alzar la mano y pedir que no se desvíe la mirada de otros territorios que cruzan tiempos oscuros. El medio periodístico The New Humanitarian, especializado en crisis humanitarias, se centra en los desastres que a día de hoy azotan el cuerno de África, Myanmar, Haití, Etiopía o el Sahel, además de otras tres crisis que tienen lugar en el mundo árabe o en su entorno.
Yemen sufre un conflicto que, como en el caso de Ucrania, va en escalada, provocando la escasez de alimentos y otros productos básicos. Tras siete años de guerra inacabada, grupos sobre el terreno estiman que 21 de los 30 millones de personas que residen en el país necesitan ayuda humanitaria. De hecho, existe consenso entre los grandes grupos humanitarios de que Yemen sigue suponiendo, año tras año, la mayor crisis humanitaria del mundo, aunque eso rara vez ha sido suficiente para obtener espacio en la prensa occidental. Probablemente, el vacío a los horrores del Yemen por parte de las cabeceras europeas y estadounidenses se debe a la identidad del mayor agresor de los yemenitas, Arabia Saudí, una monarquía absolutista rica en petróleo con grandes lazos económicos con potencias occidentales.
Yemen sufre un conflicto que, como en el caso de Ucrania, va en escalada, provocando la escasez de alimentos y otros productos básicos. Tras siete años de guerra inacabada, grupos sobre el terreno estiman que 21 de los 30 millones de personas que residen en el país necesitan ayuda humanitaria.
La crisis del Mediterráneo y las duras políticas fronterizas de Bruselas que contribuyen a crearla merecen mayor atención por parte del mundo. Según datos recogidos por el medio especializado, unos 123.000 refugiados, solicitantes de asilo y migrantes cruzaron el Mediterraneo durante el 2021 en un intento de llegar a Europa. Aunque es imposible hacer un registro exacto, se cree que al menos 2000 personas habrían muerto durante la travesía. Otras 32.500 fueron interceptadas por guardacostas libios, patrocinados por Bruselas, retornandolas a centros de detencion de migrantes en territorio libio que suponen un agujero negro de los derechos humanos. Al mismo tiempo, Grecia, estado miembro de la Unión Europea, sigue devolviendo miles de migrantes a territorio turco en caliente, mediante prácticas parecidas a las que cometen los cuerpos de seguridad españoles en las fronteras del sur del estado.
Aunque no es un estado árabe, Afganistán sufre otra crisis humanitaria dentro de lo que se entiende como zona de influencia de Oriente Medio. La congelación del capital de las autoridades afganas en el extranjero —en buena medida por parte de la Casa Blanca— como sanción a los talibanes, sigue castigando a la población civil afgana, el 95% de la cual sufre falta de alimentos. Representantes de la ONU han puesto el grito en el cielo denunciando que miles de ciudadanos se ven en la necesidad de vender sus propios órganos en el mercado negro o incluso sus hijos, sin que ello haya captado la atención por parte de la prensa occidental una vez pasaron algunas semanas desde la toma de poder de Kabul por parte de los talibanes.
Aunque The New Humanitarian no lo indique, también se podría hablar de la brutal crisis humanitaria silenciosa que atraviesan Líbano y Siria, ambas sociedades con más del 80% de sus poblaciones hundiéndose por debajo del umbral de la pobreza y sin visos de que la situación pueda mejorar pronto. Tanto Beirut como a Damasco reciben apoyos puntuales por parte de Washington y Bruselas, pero no con la intención de cambiar la situación estructural de estos países, sino solo para evitar la gota que colme el vaso y provoque nuevas olas de refugiados a suelo europeo, lo único que de verdad preocupa en los despachos de la Unión Europea.
La invasión de Ucrania como el ombligo del mundo
La guerra entre Rusia y Ucrania va a cambiar la historia de la humanidad para siempre o, por lo menos, eso es lo que aseguran analistas occidentales como el reputado Thomas L. Friedman, ganador de tres premios Pulitzer, en The New York Times. “Lo más peligroso en el periodismo es la frase ‘El mundo ya no será el mismo’. Pero voy a utilizarla ahora para hablar de la invasión de Putin a Ucrania”, escribe el estadounidense, que añade: “Nuestro mundo ya no será el mismo porque esta guerra no tiene ningún paralelismo en la historia”.
Algunos pensadores han tratado de explicar el origen de reacciones como las de Friedman. El también estadounidense y diplomático Andrew Bacevich afirma: “En el shock de observadores como Friedman se hace implícita la creencia que Europa se ha convertido en una ‘zona de paz eterna’ en la que el triunfo de la democracia liberal indica el final de la historia”. Un pensamiento que esconde la creencia, también, “de que lo que ocurre en Europa tiene más importancia que lo que ocurre, pongamos como ejemplo, en Oriente Medio”, comenta el autor. Así, según Bacevich, muchos son capaces de ver la actual invasión de Ucrania como algo mucho más inaceptable y definidor de la historia global que la guerra entre Iraq e Irán entre 1980 y 1988 o las invasiones estadounidenses posteriores al 11S.
Múltiples periodistas y analistas europeos y estadounidenses han destacado las diferencias físicas entre los refugiados ucranianos y los refugiados árabes como modo de justificar el motivo por el cual son más sensibles a su sufrimiento o están más abiertos a su acogida.
Esta perspectiva es también el origen de las coberturas periodísticas racistas a las que asistimos estos días. Múltiples periodistas y analistas europeos y estadounidenses han destacado las diferencias físicas entre los refugiados ucranianos y los refugiados árabes como modo de justificar el motivo por el cual son más sensibles a su sufrimiento o están más abiertos a su acogida. “Estos no son refugiados de Siria, son de Ucrania… Son cristianos, son blancos, son parecidos”, decía la corresponsal estadounidense Kelly Cobiella en NBC News. Otro estadounidense, Charlie D’Agata, lamentó que una guerra estuviera sucediendo en Ucrania, un territorio al que se refirió como “civilizado”, en contraposición a sociedades como Iraq o Afganistán.
Las comparaciones de d’Agata son desafortunadas y no solo desde un punto de vista moral, puesto que se cree que el actual territorio iraquí acogió las primeras civilizaciones. “Bienvenidos a Iraq. Más de 7000 años de civilización”, escribía Adnan Alsalihi en Twitter mientras publicaba imágenes que tanto el usuario como prensa local atribuyen a esculturas babilónicas y de arquitectura mesopotámica. Alsalihi incluía en el tuit la etiqueta #uncivilised, utilizada a lo largo de la región y del sur global durante estos días para criticar e ironizar con los comentarios racistas de medios occidentales. Algunos, como en Cisjordania, han llegado a imprimir camisetas con la palabra escrita en el pecho.
Siria marca el camino de Putin hacia Ucrania
Muchos creen que el origen del ataque de Vladimir Putin en Ucrania se encuentra en territorio sirio. La impunidad con la que el Kremlin habría cometido crímenes de guerra y contra la humanidad en Siria durante los últimos años habría hecho pensar a Moscú que podía hacer algo parecido en suelo ucraniano. “La comunidad internacional no actuó a excepción de la publicación de algunos comunicados y no lanzó las primeras sanciones hasta después de varios años de agresión rusa en Siria”, dice en declaraciones a El Salto Diario Bassam Barabandi, ex embajador del gobierno sirio en Washington durante 14 años hasta que desertó en 2012. “Eso hizo pensar a Putin que tenía vía libre para hacer lo que quisiera sin ninguna consecuencia seria”, añade el diplomático sirio.
La terrible experiencia sufrida por la población siria da pistas de lo que pueda ocurrir en Ucrania durante las próximas semanas. “Las fuerzas rusas están interesadas en ocupar el territorio, no la población —relata Barabandi—. Cuando la población se queda en el territorio, como poder ocupante necesitas ofrecer servicios básicos. El coste de la ocupación es mucho más barato si vacías el territorio”. Por eso, el ejército ruso, advierte Barabandi, continuará atacando la infraestructura sanitaria en Ucrania, además de mercados y otros puntos neurálgicos de las ciudades. “Es una forma de decir a la gente que no les necesitas. Matar es una herramienta para hacer entender a la gente que se tiene que ir, que cuanto más vacío se quede el territorio, mejor. Lo hemos visto en Siria”.
La impunidad con la que el Kremlin habría cometido crímenes de guerra y contra la humanidad en Siria durante los últimos años habría hecho pensar a Moscú que podía hacer algo parecido en suelo ucraniano.
Rusia ha tenido durante los últimos años en la guerra de Siria un campo de pruebas militares, donde ha puesto en práctica más de 200 armas nuevas que ahora podría desplegar en Ucrania. Parte de ese armamento lo ha empuñado el grupo Wagner, un ejército de mercenarios a sueldo del Kremlin que opera en Siria desde hace años y que hoy estaría también defendiendo los intereses rusos en territorio ucraniano. Les acompañan fuerzas rusas que luchan y mueren en suelo ucraniano después de haber cometido crímenes en Siria.Memorial, grupo ruso de defensa de los derechos humanos, ha puesto denuncias en el judicial ruso contra el grupo Wagner por crimenes de guerra, pero lamenta que las autoridades no hayan encontrado evidencias a pesar de la existencia de videos que muestran el asesinato —con decapitación y prendimiento de fuego— de un civil sirio en 2017. “La impunidad sistémica a menudo acompaña a los crímenes de guerra y a los crímenes contra la humanidad”, advierte a El Salto Diario el jefe de Memorial, Alexander Cherkassov: “Este es el motivo —añade— por el que hay que estar atentos a lo que pueda hacer el grupo Wagner ahora en Ucrania”.
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