Mar. Dic 24th, 2024

Durante la crisis de los misiles de 1962, un joven oficial soviético llamado Vasili Aleksándrovich Arjípov se negó a disparar el misil que podría haber destruido a la humanidad. Parece que Stanislav Petrov no fue el único sovietico que salvó a la humanidad, conforme se desclasifica información de la extinta URSS, seguramente aparecerán más nombres, los verdaderos héroes a los que debemos nuestra existencia como la conocemos.

Por: Eduardo Pérez

¿Qué se piensa antes de salvar el mundo? Justo antes de hacerlo, Vasili Aleksándrovich Arjípov pensaba en su mala suerte. Siempre había querido conocer Cuba. Le habían hablado de sus playas, de su música, de su ron y de sus mujeres. Él estaba en Cuba, pero no veía nada de eso. Lo que había visto de Cuba era lo mismo que hubiera visto en Noruega, Madagascar o Japón. El interior de su submarino B-59 y agua y nada más que agua a su alrededor. Deprimente. 

Pero ahora su viaje a Cuba estaba pasando de sueño a pesadilla. Tras recibir un ataque estadounidense, su capitán y el oficial político proponían responder con el misil nuclear del submarino, lo que probablemente desencadenaría la guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Para ello, era imprescindible que Arjípov, segundo al mando, estuviera de acuerdo. Él bebió un sorbo de agua. Se levantó, observando a sus asustados compañeros. Dirigió la mirada a su exaltado capitán y pronunció la palabra que salvaría a la humanidad: nyet. No.

A sus 34 años, Arjípov ya era un veterano en las crisis de alta mar. Nacido en una familia de campesinos cerca de Moscú, estudió en la Escuela Superior Naval del Pacífico y, con solo 19 años, sirvió en un dragaminas en la guerra contra Japón en el marco de la II Guerra Mundial. Tras la guerra, recorrió los mares del norte y este de Europa en un submarino. Como si la fatalidad le llamase, también tripulaba como comandante adjunto el nuevo submarino nuclear K-19, cuyo accidente en julio de 1961 supondría la pronta muerte por radiación de 22 compañeros. 

Arjípov no tuvo demasiado tiempo para recuperarse de la desgracia. En octubre de 1962 se desarrollaba la crisis de los misiles de Cuba, generada cuando EE UU descubrió que la URSS había instalado armas nucleares en la isla caribeña, en respuesta a la invasión del año anterior y al despliegue armamentístico estadounidense en las proximidades de la URSS. El presidente John Fitzgerald Kennedy advirtió que cualquier ataque a un aliado occidental conllevaría represalias. El nuevo submarino de Arjípov, armado con un misil nuclear T-5, de capacidad similar a la bomba de Hiroshima, formaba parte del despliegue soviético.

Al borde del abismo

El 27 de octubre, la Armada de EE UU daba un paso peligroso. Con el objetivo de hacerles salir a la superficie, lanzó cargas de profundidad contra los submarinos enemigos detectados. Algunos lo hicieron, pero el capitán del B-59, Valentín Grigórievich Savitsky, había perdido la comunicación con sus superiores y estaba convencido de que la guerra había empezado. Subía la temperatura en el interior del barco, algunos marineros se desmayaron. Savitsky prefería morir antes que rendirse. Arengaba a la tripulación: “¡Vamos a dispararles ahora! ¡No dejaremos en ridículo a nuestra armada! ¡Moriremos, pero los hundiremos a todos!”. Iván Semionovich Maslennikov, oficial político, estaba de su parte. Curiosamente, en los submarinos no había una autoridad absoluta, sino que las decisiones, como esta, requerían la unanimidad de toda la cadena de mando. Sin Arjípov, no había misil. 

El marino no lo veía nada claro. No conocemos su razonamiento. Seguramente fuera consciente de que el lanzamiento podía suponer la destrucción de ciudades enteras, principalmente en Europa, tanto occidental como oriental. Y la muerte, en cuestión de horas, de, como mínimo, cientos de miles de personas. Quizá no estaba convencido de que la guerra hubiera empezado. O puede ser que pensara que sí, pero no al 100%, y no se la iba a jugar. O prefería simplemente vivir unos minutos más, si de todas maneras todo estaba perdido. El caso es que Arjípov dijo “nyet”. Al poco tiempo, Savistky accedió a hacer emerger el submarino.

Los soviéticos no dispararon el misil nuclear contra los estadounidenses, por lo que estos no tuvieron que responder y la posible guerra apocalíptica jamás empezó. Arjípov continuó su carrera en la Armada soviética hasta retirarse en los años 80 y fallecer en 1998.

En vida, su historia quedó enterrada entre los informes de inteligencia. Que los soviéticos desclasificaron en 1992. Thomas Blanton, director de los Archivos de Seguridad Nacional estadounidenses, los repasó y en 2002 desveló de pasada en una entrevista que “un tipo llamado Vasili Arjípov salvó el mundo”. El marinero que se atrevió a decir nyet.

Foto de portada: By Olga Arkhipova


Stanislav Petrov: Teniente coronel de las Tropas de Defensa Aérea Soviéticas que desempeñó un papel clave en el llamado incidente del equinoccio de otoño en 1983.


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