Lun. Dic 23rd, 2024

Por: Vae Solis.

El niño

Ja, sí. Hoy fue el día en que ella sintió que él, con todo su semblante lacónico, se iría. No habría otra razón para dejarle, más que saber que lo único que se encontraba entre ambos era una mesa despintada llena de revistas de moda y algún que otro folleto intrascendente.

Debió fumar otro cigarro antes de dejar caer la espalda sobre el respaldo de la silla, y su mirar taciturno hacia ningún lado, casi como cayendo en trance. Él nunca dejaría de ser lo que decía ser, y que no era. Así como ella ya no aguantaría una noche más de sus insomnios promovidos por sus figuras mentales y cavilaciones enfermas.

«Hay algo oscuro detrás de todos nosotros». Le escuchaba decir a menudo mientras cada vez se sumía en un vórtice de pensamientos extraños que le dictaban portentosas imágenes que cualquiera jamás creería.

Aparecían siempre durante la tarde, mientras se sumía en lo más hondo de ese sillón que casi se había vuelto parte de su cuerpo. No había nada que denotara que poco a poco, o estrepitosamente, perdía la razón, y la razón desesperada por aparecer en él y en ella, Yoselin, también sin encontrar razón a todo lo que precedía en su día, sin encontrar ningún significado.

Él se había convertido en el gemelo malo de sí mismo y su decadencia, ominosa, inminente, le hacía preguntarse dónde comenzó todo, y cuál fue el punto en el que él perdió todo deseo de existencia.

Fue el trabajo, luego el niño, la falta de movilidad, la carencia de dinero. Tal vez uno tras otro, precedidos de mal en mal, hasta hacer de su vida un hecatombe que apenas se percibía mientras sumaban los días en ese mugroso sillón inamovible, contrastando con los vertiginosos sucesos que acontecían en él.

El niño (se rehusaba a decir su nombre) había dejado su corta existencia por una enfermedad pulmonar. Él, siempre feliz tras sus ojitos abiertos buscando su presencia, y la presencia de ella, aquella que a todos se lleva, terminó también por llevárselo a él. Y él terminó por dejar todo asomo de ganas por vivir. ¿Qué importa la vida si solo sabemos vivir a través de ellos?

Así que ese día, ella, Yoselin, se fue, no él. Él se quedó sumando entidades que veía cada vez más cerca de su precipicio. Al irse, ella pensó en todas las promesas que se hacen cuando lo tienes todo, y que desaparecieron para que la indiferencia llenara todos sus espacios.

Así que se fue. No sabía a dónde ir, pero de todas maneras salió, porque en ese punto habría quedado como parte de la horrenda decoración de ese cuarto.

Y ella vivió, y con el tiempo sanó, y después de mucho tiempo regresó. No entendía cómo, después de todo ese tiempo, él seguía sentado en ese sillón que sumaba malos pensamientos y mugre a través de los días. Pero aún así, lo vio y decidió marcharse definitivamente. Había cerrado su ciclo y ahora ella podría ser quien siempre fue, a pesar de que él no le había permitido serlo.


Esta obra está bajo la licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0).

2023, Vae Solis.

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