En el estado de Jalisco, en el municipio de El Limón, la ganadería regenerativa toma vuelo poco a poco. Quienes la han adoptado comprueban que es posible reducir costos de producción y, sobre todo, evitar la deforestación, conservar la vida silvestre y adaptarse a los cambios del clima.
Cuando Alejandro Michel se hizo cargo del rancho ganadero de su familia, se enfrentó a un dilema: si quería hacer el negocio rentable, tenía que desmontar 30 hectáreas de selva baja para alimentar el ganado en esos terrenos ubicados en el estado de Jalisco. Pero, si desmontaba esa área forestal, disminuiría la disponibilidad de agua. Antes de tomar una decisión prefirió buscar alternativas.
La plataforma de YouTube fue una aliada en su búsqueda de información. Ahí encontró videos del uruguayo Juan Roberto Dutra, promotor de la ganadería regenerativa en la región sur de Latinoamérica. Michel se entusiasmó al ver que había otros caminos para hacer una ganadería más responsable con el medio ambiente; siguió con su investigación y halló que en México también había iniciativas similares.
Al sur de México, por ejemplo, el ganadero Daniel Suárez practica la ganadería regenerativa en su rancho El Yaqui, en Chiapas; da cursos a ganaderos de todo el país e, incluso, recibe el apoyo del Fondo Mexicano de Conservación de la Naturaleza.
En 2018, Michel viajó a Chiapas para tener su primera capacitación: “Vi cómo operaba un rancho sustentable; regresé con muchas dudas. Llegué a la conclusión de que el esquema convencional de la ganadería no es rentable con los precios que tienen los granos. Si tumbamos todo el bosque, puede ser rentable durante un año, pero luego el deterioro nos alcanza”.
Antes de implementar lo aprendido en su rancho, Michel contactó al consultor ganadero, Aldo Gerardo Díaz, de la empresa Soluciones Ganaderas de Chihuahua: “Me pidió que estuviera toda la familia en la capacitación, para entender que la situación del rancho iba a cambiar 180 grados”, comenta el ganadero, egresado de veterinaria de la Universidad de Guadalajara.
A finales de enero de 2020, el rancho de la familia Michel comenzó con el reto de implementar la ganadería regenerativa. Ellos fueron uno de los pioneros de este modelo ganadero en el municipio de El Limón, en Jalisco. Hoy son varios los que siguen su ejemplo en esta región del occidente de México.
La apuesta por la ganadería regenerativa no es menor, sobre todo si se toma en cuenta que a nivel nacional, desde 1950, alrededor de 15 millones de hectáreas de selvas y bosques se han perdido por transformarlos en terrenos ganaderos. Además, 91 millones de hectáreas de terrenos forestales se han degradado por la presencia del ganado. En el Informe sobre la Situación del Medio Ambiente en México, publicado en 2018 por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), se mencionó que en ese entonces solo 35 % de la superficie de bosques y selvas del país no tenía presión directa de la ganadería.
Dejar el desmonte en el pasado
La historia del experimento del rancho de los Michel tiene poco tiempo, pero ya ha tenido un efecto expansivo.
En enero de 2020, la familia Michel comenzó a aplicar el nuevo modelo para el manejo del territorio en apenas 150 hectáreas. Los buenos resultados alentaron a otros. En la actualidad, la Asociación Ganadera Local de El Limón, integrada por 250 productores, ya comenzó a incorporar buenas prácticas, una de ellas es casi un mandato: la selva baja caducifolia ya no se desmonta.
En el sistema tradicional, los animales están por meses diseminados en todo el terreno y, por lo tanto, se comen todos los retoños de los árboles.
En el modelo de ganadería regenerativa, para impedir que el ganado transite libremente y tenga un pastoreo excesivo, se colocan cercos electrificados y los hatos ganaderos se van rotando de potrero.
Con la rotación, la presencia del ganado en un lugar es temporal; eso permite la regeneración natural de la vegetación. Cuando el ganado regresa a uno de los sitios, “los árboles ya tienen una altura y grosor para defenderse”, resalta Michel. Esto, a su vez, permite que se tenga una mayor producción de pastos que se usan como forraje.
Además, al tener más árboles en los terrenos que se usan como potreros, el ganado presenta menos estrés por el calor y, por lo tanto, consume menos agua.
En el rancho de la familia Michel se notaron de inmediato las ventajas de este modelo: se tiene forraje todo el año y agua, incluso en los momentos más extenuantes de la sequía, que en estas latitudes puede llevar ocho de los doce meses del año.
“Los ganaderos vivimos con el ciclo del agua y en lluvias debemos producir forraje, porque si no lo hacemos, debemos comprar y nos sale 10 veces más caro que producir”, explica Michel. Con el nuevo modelo, “en las lluvias miras que el suelo despierta; produce más forraje y de mejor calidad. Hacemos un manejo especial para que sea más eficiente la cosecha”.
Con el modelo rotatorio del pastoreo ya no es necesario extender los terrenos ganaderos a costa de los bosques: “Hoy tengo más vacas que en 2019, y uso menos área de pastoreo”.
Cuidar la selva seca
El tipo de vegetación natural donde ocurre la ganadería es un factor vital a tomar en cuenta. “No es lo mismo, la ganadería en sabanas, praderas y pastizales naturales, como en el norte de México o en Argentina, a la ganadería que genera transformación de bosques en pastizales y que se da en Tabasco, Jalisco, Chiapas o en la Amazonía, regiones en donde esta transformación es muy dañina”, explica el ecólogo y ornitólogo Eduardo Santana Castellón.
El proyecto de ganadería regenerativa de El Limón se realiza en un ecosistema de selva caducifolia.
La selva o bosque tropical caducifolio, seco o estacional, es la comunidad forestal que predomina en la costa occidental de México; una larga franja de territorio que se encuentra entre Sonora y Chiapas y en donde las precipitaciones están acotadas a tres o cuatro meses del año.
En este ecosistema, las especies forestales tienen alturas de 10 a 15 metros y pierden sus hojas en invierno. No tiene la riqueza y exuberancia de la selva húmeda, pero posee más especies vegetales y animales endémicas.
Cuando comenzaron con la adopción del modelo de la ganadería regenerativa, los integrantes de la Asociación Ganadera Local de El Limón obtuvieron un apoyo del Fideicomiso del Programa de Desarrollo Forestal de Jalisco para montar un vivero en el municipio.
Durante dos años, han logrado producir 30 mil árboles de especies forrajeras propias de la selva caducifolia: guaje blanco (Leucaena leucocephala), parota o guanacastle (Enterolobium cyclocarpum), guásima (Guazuma ulmifolia), guamúchil (Pithecellobium dulce), chachacahuite (Acacia macilenta).
Además de fomentar la reforestación con esas especies en la región, el manejo de los potreros con cerco eléctrico y el descanso que se da a los terrenos permite tener una regeneración natural de la zona forestal. “Descubrimos que esta regeneración es, incluso, mayor a los miles de arbolitos que sembramos. [Las plántulas] surgen solas con el descanso adecuado de los terrenos y la minimización de la presión de las reses”. La conclusión de Alejandro Michel es que los beneficios de dejar descansar potreros y manejar bien el ganado son mayores al de una reforestación inducida.
El investigador de la Universidad de Guadalajara, Eduardo Santana Castellón, resalta que las especies leñosas forrajeras con las que se está reforestando se caracterizan por fijar nitrógeno, lo cual ayuda a la salud de los suelos. Además, al tener un manejo adecuado del estiércol en los terrenos se reduce el uso de pesticidas, herbicidas, fertilizantes artificiales.
En 2021, un año después de que en esta región de Jalisco apostaran por la ganadería regenerativa, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) entregó el Premio al Mérito Forestal, en la categoría “manejo del agua y ecosistemas sanos”, a la Asociación Ganadera Local de El Limón.
Una parte sustancial en este modelo de ganadería, y que fue destacado al otorgarse el premio en 2021, es la recuperación del ciclo del agua. “Le hemos apostado a la captación, almacenamiento y distribución del agua”, señala Michel.
El ganadero Raúl Santana, por ejemplo, tiene el proyecto más grande en la zona: con un sistema de almacenaje que utiliza geomembrana logra captar entre 1.3 y 1.4 millones de litros de agua de lluvia.
Al instalar sistemas de captación de agua, los ganaderos lograron tener agua durante todo el 2021, un año que se caracterizó por registrar una de las sequías más fuertes en la región. Alejandro Michel considera que con estas acciones están adaptándose a los efectos del cambio climático que ya se notan en la zona.
Unir esfuerzos para mantener un ecosistema
Para los ganaderos, la conservación de la selva seca se ha transformado en una de sus prioridades. Es por ello que el rancho se unió a los ejidatarios del Limón para impulsar que 500 hectáreas de su territorio sean declaradas, por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC), es decir, una reserva natural manejada por sus dueños.
El proyecto cuenta con el apoyo de la Junta Intermunicipal del Río Ayuquila, a cuya cuenca pertenece este municipio, y que es una instancia gubernamental conformada por los diez presidentes municipales de esta región.
La intención de tener un ADVC se fortaleció cuando los ganaderos notaron la presencia de especies silvestres de animales en terrenos reforestados o en donde ya había restauración natural. “Con las cámaras trampa —explica Michel— hemos captado fauna tan diversa como coatí, gato montés, tigrillo, venado, zorra, reptiles, águilas, halcones”.
El efecto positivo que ha tenido la ganadería regenerativa en El Limón, Jalisco, ya comienza a extenderse a otros 20 municipios del estado, en donde las asociaciones ganaderas ya pusieron en marcha “escuelas de campo” para compartir los conocimientos prácticos que permitan mejorar los sistemas ganaderos, de manera que conserven los servicios ambientales indispensables para la economía y la calidad de vida.
Las secretarías de Agricultura y Desarrollo Rural y de Medio Ambiente del gobierno de Jalisco, la Unión Ganadera Regional de Jalisco y diversas organizaciones no gubernamentales como Pronatura, Catie y Biopasos han difundido este esquema en busca de que se generalice en esta región del occidente del país.
En Jalisco, de acuerdo con las cifras del gobierno estatal, hay alrededor de 3 millones 409 mil cabezas de ganado bovino; 71 % se destina a la producción de carne y 29 % a la producción lechera. La ganadería es una actividad de la que dependen decenas de miles de familias; de ahí, la trascendencia de multiplicar buenas prácticas que tomen en cuenta la conservación de los terrenos forestales y la vida silvestre.
El gobierno de Jalisco pretende transitar a la creación de un sello de garantía de carne con “cero deforestación”, y que este reconocimiento repercuta en un negocio más sólido para los productores.
Seki Cinco Martínez, consultor en ganadería y agricultura sostenibles, resalta que se necesita que las capacidades técnicas mejoren en toda la cadena de valor de producción de carne: “Habrá que trabajar con los acopiadores, con los introductores y buscar no solamente una carne con bajo o nulo impacto en el ambiente, sino que responda a lo que buscan los consumidores; también hay que transitar por aspectos de sanidad e inocuidad. Se deben de abordar agendas como el bienestar animal, la responsabilidad social y el precio justo”.
El consultor explica que no existe una receta única para mejorar el manejo ambiental, económico y social de la ganadería. La diversidad ecológica y cultural del país obliga a hacer “trajes a la medida”, pues cada región tiene características físicas no homogéneas, relieves diversos, paisajes diferentes, temperaturas y tipos de suelo también variados. “Y hay que agregar a eso los objetivos de cada productor, el tipo de raza bovina que maneja, sus propios recursos para poder avanzar; se trata de hacer un modelo de negocios de cada finca”.
El experto destaca la importancia de que los resultados de los nuevos modelos de ganadería no se limiten a bajar el impacto ambiental, e incluso a revertirlo. Porque a final de cuenta, se trata de un sistema productivo que solamente puede sostenerse a largo plazo con acceso a mercados con precio justo.
En México hay ejemplos de diversa escala en estados como Veracruz, Chiapas, Nuevo León, Ciudad de México, Guanajuato, Yucatán y, en la región de Los Altos, en Jalisco. En estos proyectos se han establecido modelos distintos en busca de conciliar las diferentes necesidades ambientales, sociales y económicas de la ganadería.
Para el consultor Antonio Ordorica, de Reforestamos México, la ganadería ecológica es uno de varios sistemas agroproductivos que se pueden armonizar con la conservación de bosques y selvas. “Se trata de construir primero desde la parcela o el potrero, luego a nivel comunidad, para pasar al paisaje y la región. Y no necesariamente se debe quedar todo en un solo sistema productivo, como es el ganado: es factible incorporar otros usos de suelo que ayuden al mantenimiento de los bosques o que dependan de éste para su sostenimiento, como en otras partes es el café, la miel, el agave; de manera que se pueda diversificar el uso del territorio con prácticas amigables, que incluso, como es lógico, puede ser la misma silvicultura”.
Esa diversificación, añade, puede ayudar a que los sistemas agropecuarios sean más resilientes frente a contextos de plagas, de sequía o de mercado, y se garantice en el tiempo el sustento de las familias que dependen de él.
Alejandro Michel resalta que “estos cambios se los debemos inculcar a los niños, no solamente a otros ganaderos. Los niños deben nacer ya en otra cultura de hacer ganadería. Nos enseñaron a nosotros que para ser un buen ganadero había que tener una pradera sin árboles y usar herbicidas, y eso lo estamos rompiendo. No es poca cosa”.
* Imagen principal: En Latinoamérica hay varias iniciativas que promueven una ganadería más responsable con el medio ambiente. Foto: Cortesía.
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