Contamos con un Reloj del Juicio final. En 1945, científicos que directa o indirectamente, como Albert Einstein, habían contribuido a desarrollar las primeras armas nucleares, fundaron el Boletín de Científicos Atómicos, y dos años más tarde crearon el Reloj del Juicio Final. No es un reloj físico, es una idea que recoge en minutos y segundos el tiempo que resta hasta la media noche, el fin del mundo. Este oscuro reloj es una metáfora del riesgo de que un conflicto nuclear acabe con la civilización tal cual la conocemos. Al inicio de cada año se emite un comunicado oficial que indica si hemos adelantado o retrasado segundos.
La perestroika de Mijaíl Gorbachov nos hizo ganar tiempo, y la caída de la Unión Soviética marcó el momento más alejado del juicio final. A partir de entonces, cada año ha ido aproximándose a las 0:00h, entre otras cosas por la inclusión de nuevos riesgos como el calentamiento global, la incorporación de más países al club nuclear y el desarrollo de nuevas armas.
Al inicio de 2022 el reloj marcó solo 100 segundos para la medianoche, pero pocos medios se hicieron eco, la sensación del riesgo de guerra nuclear parecía haber desaparecido.
La doctrina de la destrucción mutua asegurada y las matemáticas
Un encuentro casual en la Univesidad de Princeton entre dos refugiados del nazismo llevó a una cooperación que acabaría con la publicación en 1944 de un libro soprendente: La teoría de los juegos y el comportamiento económico. Los autores eran el matemático húngaro John von Neumanny el economista austriaco Oskar Morgenstern. La teoría de juegos abría un campo de las matemáticas que serviría para valorar las actuaciones humanas frente a distintas situaciones. El área principal de aplicación era la economía. Sin embargo, el método se ha extendido a otras áreas, y una de ellas es la guerra.
Tras la II Guerra Mundial la misma teoría de juegos llevó a John von Neumann a proponer la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, acrónimo en inglés, que también significa loco). Según MAD, si EE UU (y la OTAN) y la URSS (y el Pacto de Varsovia) tenían cada cual suficientes armas nucleares para acabar con el otro no las usarían, pues sería su autodestrucción. Aunque al filo de la navaja, el mundo vivió entonces un periodo de paz inusualmente prolongado.
Desde 1986 el número de cabezas nucleares fue disminuyendo aunque se han mantenido en una cantidad suficiente para llevar al conjunto del planeta a la catástrofe.
Pero el equilibrio que postula MAD se tambalea. La situación cambió el 24 de febrero de 2022 con el inició de la invasión de Ucrania por Rusia, y Putin se ha encargado de recordarnos que el riesgo del empleo de armas nucleares sigue existiendo.
Escenarios según la Teoría de Juegos
La invasión de Ucrania, que parecía que iba a ser un paseo militar, se ha convertido en un fiasco para Putin. Se han puesto en evidencia las debilidades de su ejercito y su inferioridad frente a las armas occidentales. Incluso teniendo en cuenta que la propaganda en las guerras dificulta conocer la verdad, es claro que Ucrania está recuperando, a un alto coste de vidas, parte de los territorios ocupados con algunas operaciones de un éxito incuestionable, como ha sido la destrucción parcial del puente de Kerch, que une Crimea y Rusia ¿Que sucederá si el avance de Ucrania sobre estas zonas continúa?
La teoría de juegos puede aportarnos algo de claridad. Consideremos tres escenarios:
La guerra se enquista y se prolonga indefinidamente.
Rusia lanza una gran ofensiva y consigue que Ucrania acepte las condiciones de Putin.
Ucrania, con la ayuda occidental, consigue expulsar a los rusos de las áreas ocupadas.
La tercerea opción es para muchos la ideal. Es posible que Rusia acepte la situación, pero aquí Putín se juega más que la derrota. En el abandono de las zonas ocupadas podría destruir los reactores de Zaporiyia. Esta sería una acción desesperada que no le proporciona ninguna ventaja ni evitaría su caída, y además la contaminación afectaría a Rusia. Podríamos plantear que Putin en esa situación recurra al empleo de armas nucleares. Rusia dispone de un gigantesco arsenal nuclear que podría utilizar contra algún país de la OTAN, pero en ese caso la destrucción mutua asegurada está garantizada. Por esa razón esta vía parece descartada.
El escenario mas probable: El empleo de un bomba táctica
Pero ¿qué sucedería si se emplea un arma táctica (una bomba nuclear pequeña) en las zonas recuperadas por Ucrania que Rusia considera de su soberanía?
Rusia formalmente, aunque de forma ilegal, las ha incorporado a su territorio. De acuerdo con su doctrina, uno de los casos en los que contempla el uso de armas nucleares es la agresión contra la Federación Rusa, incluso con armas convencionales, si la existencia del Estado resulta amenazada. La recuperación por Ucrania de estos territorios en la legalidad rusa puede considerarse como una amenaza contra la Federación Rusa.
Una bomba nuclear de fusión utiliza deuterio y tritio que es activado por menos de 10 kg de U-235 o Pu-239. Estos isótopos tienen que estar en concentraciones muy altas, varias veces superiores a las que se encuentran en los reactores nucleares, y conseguirlos es, afortunadamente, extremadamente difícil. De hecho, Rusia y EE UU desde hace décadas no los producen, les sobra con lo que tienen en existencias.
Al fisionarse el U-235 o el Pu-239 generan mayoritariamente isótopos de vida corta que en pocos minutos se desintegran. Lo mismo ocurren con los neutrones liberados que activan algunos materiales que son radiactivos pocas horas. El destrozo lo produce sobre todo la liberación de energía. Las más pequeñas (1 kt o menos) son como bombas convencionales pero de potencia destructiva muy superior. La consecuencia es que el país que las lanza no teme ver contaminado su propio territorio, por lo que no es un problema usarlas dentro de sus fronteras o en sus proximidades. Se estima que Rusia tiene unas 2 000 armas de este tipo, pero le basta usar una para cambiar las reglas del juego.
Rusia podría utilizar estas bombas en áreas con baja densidad de población y, aunque no provocase miles de muertos, el efecto propagandístico sería incontrolable. Habríamos entrado en el reino de la incertidumbre, y en el mejor de los casos quizás el cataclismo solo sería económico.
La Unión Europea tiene que tener preparada una acción conjunta ante esta eventualidad. De hecho, es necesario un acuerdo que incluya al mayor número de países posibles para aislar a cualquier estado que utilice un arma de este tipo. En un mundo postnuclear todos seríamos perdedores.
La mejor opción según la teoría de juegos
Una de las variantes de la Teoría de Juegos son los juegos cooperativos, populares por la película Una mente maravillosa que cuenta la vida de su principal creador, John Nash.
La aplicación de los juegos cooperativos a la situación actual probablemente nos llevaría a que la opción menos mala fuese una negociación con Rusia que evitase la opción nuclear, antes que expulsar a Rusia de todas las zonas que ha ocupado, que además llevan en guerra desde 2014.
Putin, antes de que lo expulsasen y de recurrir al arma nuclear, aceptaría la negociación. A la larga, parar la guerra, aunque eso implique hacer algunas concesiones injustas para Ucrania, acabará volviéndose contra Putin.
En un análisis de riesgo-beneficio, la teoría de juegos nos lleva a que la negociación con Putin es la opción menos mala, pero es un juego en la cuerda floja.
En cualquier caso, hay que reanudar el camino de la reducción de armas nucleares: quienes las tienen pueden usarlas para chantajear a quienes no las poseen. De no hacerlo, asistiremos a una nueva carrera nuclear a la que intentaran unirse nuevas naciones. El Reloj del Juicio Final avanzaría más que nunca hacia la media noche.
J. Guillermo Sánchez León, Modelización matemática. IUFFyM, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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